EL CAPÓN, DIGNO DE VENERACIÓN

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Capó abans

Sessió II   2 d’octubre de 1989.   Autor: Tocoferol

El capón es un gallo sin sus adminículos sexuales. Debido a esta distorsión corporal, la Santa Iglesia consideró ad divinum que la carne de capón no era tal y por ello no era capaz de quebrar las condiciones abstinenciales. En consecuencia, a partir del Medievo se podía engullir la citada carne del ave en cuestión durante los tiempos (difíciles) de abstinencia y, como en estos tiempos, la época navideña era de abstinencia más que rigurosa, el engullir el suculento bocado no iba en su contra sino que, piadosamente, se consideraba un esfuerzo valeroso del probo creyente el que apareciese en su condumio Nataleño.

Esta costumbre se prolongó a siglos posteriores y hasta no hace muchos lustros continuaba siendo un regalo navideño la ingestión de esta ave físicamente despendolada.

Según doctos pareceres, receptores de obsequios caporales, una vez “deshuevado” el ejemplar gállico, se iniciaba un proceso de cebamiento, dirigido y controlado, de Octubre hasta las cercanías de la blanca Navidad con un menú que para sí lo quisieran algunos, consistente en gachas feculentas de harinas de castaña y maiz, usando como dispersante leche y como remate digestivo el equivalente de una copita de vinillo moscatel que ayudaba a la siesta y al recogimiento del “titi” en beneficio de su desarrollo que se ajustaba al siguiente patrón final: Bajito, salido de nalgas, pectorales redondeados y cuello alargado, la cresta decaída y, en cuanto a voz, sólo se le suponía.

Se tenían en tanto aprecio que los más viejos del lugar afirmaban que “valen más dos capones que dos buenas razones“. Aunque algunos, con los ojos inyectados, podían exclamar: “A quien te diere un capón, suéltale dos“. Lo que ocurre es que no se referían en este caso a una acción de agradecimiento sino que una acepción peyorativa del verbo “capar” está referida al golpear la cabeza de un vecino con el dedo corazón y por ello se recomendaba que, en este caso acepcional se respondiera al infractor como se mereciese.

Y para que los dignísimos y doctos Académicos puedan disfrutar de un plato típicamente Nadalenco, detallamos a continuación una receta de la señora mamá de mi dignísima compañera que espero cause júbilo y gozo y boca acuosa a esta venerada concurrencia:

  • Tómese un capón y límpiese de plumas, cuello, téte, buche e interiores.
  • Introducir cuidadosamente, inter pellem et pechugam, láminas finas de trufa “noire”.
  • Otros cachos de trufa, junto con manteca, introducirlos donde antes habían las entrañas.
  • Rehogar cachitos de tocino plus cepollam plus puerrum plus azanorias con vino viejo.
  • Añadir el capón y cocer al horno moderado (ni de derechas ni de izquierdas) el tiempo que se precise (años de experiencia lo avalan).
  • Escurrir, pasal salsa poi chino y veltella soble el capón

y Bon profit a tots!

Aviso: El Principio Alimentario parlante declina cualquier responsabilidad en el caso de no haber seguido el flow-sheet anterior con rigidez y de no haber situado los HACCP necesarios y convenientes.

 

Capó després

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