XLIV SESSIÓ, 2 d’octubre de 2003,
De la Dictadura del Carbono al Renacimiento del Silicio
Discurso de orden para el ingreso en la Muy Ilustre Academia de Principales Alimentarios (APA) con ocasión de su XLIV reunión plenaria de 2 de Octubre de 2003, festividad de Nuestra Señora de la Academia.
Muy Doctos miembros de la Academia:
En primer lugar, permítaseme dar cumplido manifiesto de agradecimiento indefinido al Sr. Presidente el cual, en un acto de exquisito, fino y sensible autoritarismo ha tenido a bien concederme la gracia de tener la oportunidad de pasar del catecumenado a la titularidad de un sillón, butaca o, incluso, taburete en tan docta Academia. Probablemente, acto tan generoso haya sido motivado por mi reciente llegada al crono sexagenario en donde las luces pueden empezar a parpadear en cualquier momento inesperado.
Como pequeño apunte bio-histórico, según los cánones preceptivos del orden de la sesión, puedo decir que en plena Guerra Mundial aparecí de la mano de mi madre y, por sugerencia del inefable Don Francisco, fue allá en Caracas, pero podía haber sido perfectamente en La Habana o en Buenos Aires pero no en La Coruña de donde son mis ancestros.
Mi atracción por la Química se debe, primigeniamente, a dos sucedidos bastante intrascendentes.
Uno de ellos hace referencia a que mi padre, que había pertenecido al Cuerpo Técnico de Aduanas, y destinado también en Barcelona, me contaba alguna anécdota de la picaresca en el contrabando de productos químicos que había en los años 30. Uno muy típico era el de intentar pasar el Blanco de Titanio como Blanco de Zinc, pigmentos para pinturas, de arancel muy diferente y aspecto organoléptico y físico idénticos. Esto terminó cuando gracias a la colaboración con el entonces Catedrático de Análisis Inorgánico de la UB (Universidad de Barcelona) y muchos años después, rector, el Dr. Francisco Buscarons, se instaló el Laboratorio de Aduanas, uno de los primeros de España.
Otro se debe a que leyendo en aquellas enciclopedias para jóvenes de entonces (en aquella ocasión “El Tesoro de la Juventud“, colección de 20 tomos), en uno de los artículos que hablaba de la sangre, su composición, etc. daban la fórmula química la cual era, sencillamente Hb; y la de la Oxihemoglobina era HbO. Me pareció tan fascinante lo sencillo que era formular que decidí querer a la Química un poquito más. Ello, unido a aquellos efectos mágicos tan evidenciados en la Química recreativa (p. ej. los famosos juegos de Cheminova) me decidió definitivamente por estudiar aquella ciencia. Por cierto, en un experimento un tanto irresponsable acabó prendiéndose fuego en la oficina de mi padre lo cual terminó en una reprimenda de las de órdago a la grande. Mi llegada a Barcelona fue absolutamente casual, pues visto desde Venezuela la meca para estudiar Química era, naturalmente, yankilandia (expresión afectuosa que se da allá a los vecinos del Norte) o Inglaterra. Pero a mi padre, a la sazón profesor en la UCAB (Universidad Católica Andrés Bello) regentada por jesuitas le dijeron que aquí había un centro llamado IQS (Instituto Químico de Sarriá) en el que se estudiaban estas ciencias de modo provechoso.
Años después se cruzaron en mi camino otros elementos (entre ellos el Silicio) que me subyugaron definitivamente hacia otros derroteros, tales como la empresa, la informática y las ONGs.
He decidido adoptar el nombre académico de SILICIUM porque existen poderosas razones históricas y de idiosincrasia en las que aparece tan noble elemento a lo largo de mi experiencia vital.
Quizá de las primeras haya sido en mi tierna infancia allá en Caracas, entonces tierra de frontera, en donde había que asegurar la supervivencia en las pandillas callejeras mediante procedimientos contundentes. Las piedras, compuestas de abundantes silicatos (también otras sales) solventaron numerosas papeletas. De muy niño alguien ya me anunció mi relación con el silicio; fue una vez en el kindergarten (a la sazón era el Instituto Escuela derivado de la Institución Libre de Enseñanza) en el que una niñita que al parecer le hacía gracia me dijo: tienes el corazón de piedra, lo cual me dejó muy intrigado.
Un segundo encuentro, que marcó mi devoción y respeto por tan abundante, pero a la vez discreto, elemento fue por allá a finales de los 50 también en América. Un día, al pasar ante un extraño escaparate de una empresa americana llamada Burroughs en el que había un inmenso artefacto en forma de armario lleno de bombillas que bailoteaban en sincopada danza, me atrevo a preguntar que de qué se trataba aquel misterioso artilugio. El experto, con gesto condescendiente pontificaba: “chico, esto es un cerebro electrónico; las células de este cerebro son a base de silicio“. El choque que ello me supuso fue demoledor. No era posible que el intelecto pudiera funcionar como un ectoplasma fuera de nuestras cabezas y enchufarse tranquilamente en un aparato de 3 o 4 metros cúbicos de volumen. Una cierta fascinación soterrada, digamos que “intelectual” empezó a producirme aquel dichoso silicio.
Tiempo después, ya mediados los estudios en el IQS ocurrió otro encuentro que devino en una entrega total
l. Acontecía que todos los años había en Junio la Feria de Muestras y, coincidiendo con el inicio del verano y el fin de los exámenes finales, era tradicional ir a la Feria a la llamada Plaza del Hambre a paladear tapitas, vinillos, cañas de cerveza y otras viandas de porte desenfadado y de coste al alcance de estudiantes. Ocurrió en el año de 1963, y entre los diversos aparatos novedosos que se mostraban al público, los americanos trajeron ese año un prodigio electrónico para enseñarlo orgullosamente al público asistente. Era, decían, un “cerebro electrónico” capaz de ganarle a cualquier oponente en una partida de cartas o hasta de ajedrez. Tal blasfemia la pronunciaban los señores de una compañía desconocida entonces en España llamada IBM. Presa de gran nerviosismo logré localizar al fin a la tal máquina que era como una mesa de escritorio y se “expresaba” con una máquina de escribir eléctrica. Estaba jugando al tres en raya y ganaba siempre o empataba; también a mi me ganó pero el flechazo se había producido; otra vez el Silicio me estaba enviando un mensaje, esta vez ya inapelable.
Así aconteció que, andando el tiempo, mis desvelos profesionales se fueron encaminando, cada vez más, por el mundo de aquellos artefactos en los que el silicio aparecía como el “soplo” vital. Tanto es así que aunque mi primer trabajo fue en el IQS como ayudante de laboratorio, el siguiente, gracias a la ayuda inestimable del Padre Montagut me nombraron Director del Centro de Cálculo que recién se estrenaba con una maravillosa máquina científica de la casa IBM, el sistema 1130.
Muchos años después y, para no aburrirles, descubrí otra faceta especial del silicio: la savia vitalista. Interesado por aspectos del uso armonioso de la Ciencia y la Tecnología en la cooperación con el Tercer Mundo desempolvé el estudio de las energías renovables. Como no, aquí en un parangón con el proceso de fotosíntesis descubrí las bondades beatíficas del silicio en la generación de energía eléctrica y luminosa limpia.
La versión del nombre adoptado, Silicium, proviene de que, aparte de ser el nombre latino también lo es en muchas otras lenguas, incluido el esperanto.
La heráldica que he escogido gira alrededor de los pensamientos anteriores. Como se puede apreciar en un primer merodeo, existe un contenido de abigarrada simbología. Se trata de escudo partido y flanqueado con jefe de gules y letras góticas de sable. El escudo partido hace referencia a un pasado o predecesor a siniestra con fondo blanco insulso y monótono, y flanco siniestrado gris taciturno; representa el mundo agotado del carbono; el corte axial abrupto explica una migración o metamorfosis radical a diestra con fondo adiestrado en oro radiante, luminoso y salpicado con estrellas en sable que simbolizan el futuro hacia las estrellas arropado por el Silicio el gran elemento transformador del universo que viene. Este concepto se refuerza en la leyenda con la palabra latina Sidereus que recalca el espíritu intergaláctico.
El símbolo químico del Silicio preside ambos campos en donde se distinguen claramente una numerología separable en tipos distintos: el número atómico, 14, entero, muy entero diría yo; y el peso atómico que por su propia naturaleza proviene de medidas experimentales y es, por su propia naturaleza, aproximado; 3 decimales han parecido suficientes para subrayar este hecho.
En descendimiento aparece un objeto mixto: cerebro en salmón-oro con excrecencia en forma de chip de silicio de gules. Hace referencia a la transformación que presidirá nuevos tiempos en los que, partiendo de la inteligencia basada en el carbono, se pasará a una inteligencia basada en el silicio. En la leyenda, esta percepción se resume en la palabra sapiens.
En posición basal se encuentra otro objeto híbrido que quiere representar el zumo de la vida que se expresa mediante la fotosíntesis, hasta hoy en manos de las plantas verdes, y en el futuro anticipable a través de placas fotovoltaicas que generan energía electrónica pura. Vitalis es el lema de esta parcela.
Finalmente, en el flanco frontal aparece el lema Semper idem. Se quiere reflejar con ello el espíritu de estabilidad y de pervivencia.
REIVINDICACIÓN DEL SILICIO
La Química de nuestros tiempos está protagonizada por la omnímoda presencia del Carbono en todas sus manifestaciones. El Carbono, al que no le negamos méritos suficientes, ha tenido secuestradas durante los últimos doscientos años la inmensa mayoría de las noticias relevantes a la aparición de nuevas moléculas y a la formulación de nuevos productos. La promiscuidad y personalidad narcisista de dicho elemento han alcanzado cotas inimaginables de desvergüenza. El Carbono tiene fama y larga trayectoria de ligarse con todo lo que encuentra a su paso, sea radical libre, elemento, ion, protón u otras partículas de dudosa reputación.
Según se ha podido evidenciar a través de diversas investigaciones de Carbo-Psicología, la enorme labilidad de dicho elemento se halla en las circunvoluciones de sus orbitales atómicos, especialmente su último orbital que tiene una constelación de 4 electrones muy inquietos, a los cuales les atraen de modo casi patológico los átomos de Hidrógeno; hay otros átomos, tales como el nitrógeno, el cloro y el oxígeno, que al menor descuido también son engullidos sin la menor contemplación, formando extraños engendros estructurales. No entramos ya en posibles consideraciones de patología moral pues a los carbonos les gustan mucho otros carbonos y se unen en combinaciones en largas cadenas y retículas francamente obscenas llegando al paroxismo en los llamados polímeros.
Esta introducción al problema que queremos someter a la consideración de tan docta audiencia quiere llamar la atención sobre la marginación que la Química del Carbono y sus popes han mantenido a lo largo de los tiempos con muchos otros elementos cuyos orbitales y energías de enlace han hecho mucho por mantener la cohesión molecular en este planeta. Se les ha ninguneado hasta tal punto que hasta se les menciona de modo colectivo tales como trazas, oligoelementos, Tierras Raras y otras lindezas.
Pero hay un caso particularmente injusto y sangrante que es el referente al Silicio. Resulta que el Silicio es el segundo elemento más abundante sobre la corteza de la Tierra y se encuentra ampliamente desperdigado por las diversas capas que configuran su mundo animado (a veces animadísimo, otras más bien desanimado ) y el mundo inanimado. Sin embargo las fuerzas carbo-totalitarias lo han ido manteniendo en las mazmorras de la penumbra y del olvido.
La razón es muy simple, el carbono es el primer valedor de la sustentabilidad de la vida en el planeta Tierra y su posición dominante es, indudablemente holgada y cómoda. El carbono siempre está a la mesa allá donde se exhiban atributos vitales. Pero la envidia y el temor a perder el poder también se dan entre las partículas y entes más elementales de la materia y es particularmente más notorio cuando hay consanguinidad. Esto es lo que ocurre con el Silicio, el cual pertenece a la misma estirpe (Grupo IV) del Carbono en la Tabla Periódica y, además, es el vecino del piso de abajo. No hay más que verlo en la galería de elementos ilustres. A primera vista se ve muy centrado con una personalidad muy equilibrada. Al igual que el carbono que forma con facilidad moléculas simples combinándose con el hidrógeno, por ejemplo el contratipo del Silicio en el caso del metano CH4, es el silano, SiH4; los silicatos son análogos de los carbonatos, silicocloroformo del cloroformo, etc. Ambos elementos pueden formar moléculas de largas cadenas de polímeros alternándose con átomos de oxígeno.
Ya en el Siglo XIX algunos sagaces investigadores (por ejemplo, Julius Scheiner en 1891 y James Emerson Reynolds en 1893) evidenciaron que había indicios conceptuales como para pensar que había una alternativa a la Química del Carbono; esa única alternativa era, naturalmente, el Silicio. Esta alternativa pasaba por la posibilidad en que pudieran darse, en circunstancias de transformación del planeta Tierra o en otros objetos celestes, las condiciones de generación y existencia estable de ecosistemas con vida inteligente.
En 1894 el mismísimo H. G. Wells escribía al respecto:
“Uno no puede quedar menos que fascinado por la sugestiva idea de la vida basada en el Silicio: visiones de organismos de silicio-aluminio (¿incluso porqué no seres antropoides?) deambulando a través de una atmósfera de azufre gaseoso por una playa a la que arriban olas de hierro fundido quizá un millar de grados por encima de la temperatura de un alto horno”
Algún otro científico imaginativo, tal como J. B. Haldane en los años 30 del Siglo XX veía que la mencionada posibilidad de vida podría encontrarse en el interior profundo de nuestro planeta en grandes sustratos de silicatos semi-fundidos utilizando la oxidación del hierro como suministrador básico de energía.
Ciertamente, el silicio es un elemento que está preparado para intervenir en la construcción de piezas vitales en astros y planetas sometidos a situaciones extremas. La Xenobiología es la ciencia que intenta explorar estas alternativas a la vida basada en el Carbono.
En apoyo a las labores de esta ciencia, muy recientemente, especialistas de renombre han vuelto a revisitar la posibilidad de formas de vida basadas en otros elementos, silicio particularmente. El Profesor Tom Gold de la Universidad de Cornell es un firme convencido de la existencia de formas estrambóticas que viven a varios kilómetros debajo de nuestra superficie terráquea. En su libro “The Deep Hot Biosphere” analiza todos estos procesos que han sido desdeñados hasta ahora. Entre sus diversas afirmaciones hay unas primeras que apuntan que, de momento, estas formas pueden adoptar estructuras de una especie de microorganismos capaces de resistir enormes presiones y temperaturas viviendo en pequeñas oquedades en el interior de las rocas, extrayendo energía a partir de gases en disolución y de minerales circundantes. Estos microorganismos no clasificados pueden dar nuevas explicaciones a la generación de material petrolífero y mineral.
Donde está más reforzada la idea de la vida basada en la Química del Silicio es en territorio alienígena y en los mundos extraterrestres. Algunos guionistas de cine han demostrado su visión de futuro imaginativo. A título de ejemplo podemos mencionar: de la Saga de La Guerra de las Galaxias en “El Imperio Contraataca” en el que una especie de babosas espaciales son capaces de engullir las naves interestelares. También en la clásica serie Star Trek aparecieron alienígenas rocosos atacando a la tripulación del Capitán Jim Kirk. Y no se diga en la serie “Expediente X” en donde parásitos asesinos de contextura y estructura silícea se enfrentaban a los científicos que exploraban el interior de un volcán.
Diversos científicos (tal como David Noever del Instituto Astrobiológico de la NASA) están urgiendo a los burócratas de la ciencia internacional a que empiecen a preparar instrumentos de medición en las sondas espaciales futuras para el estudio de organismos no basados en el carbono. En reuniones de prospectiva científico-tecnológica ya se oyen voces que se atreven a opinar, sin que por ello sean lapidados o escarnecidos por los cancerberos de la ciencia oficial, que, en los espacios estelares resulta limitante el pensar que todas las manifestaciones vitales deben ser carbo-centrípetas. Pero ya se han adelantado algunos rudimentos basados en silicio y fósforo. En la vida “alterplanetaria” basada en el Silicio, por ejemplo, ya no habrá efecto invernadero, el CO2 gaseoso pasará a preciosos cristales hexagonales de SiO2.
Señoras y señores, hemos llegado al punto medular, al meollo discursivo, al cogollo conceptual, al pivote estructural y al paradigma tecnoplástico al que pretendía dirigirme sin despertar demasiadas sospechas ni generar una desbandada en tan dilecta audiencia al estilo de lo que le ocurrió a H. G. Wells con el síndrome de “La Guerra de los Mundos“. Estoy en condiciones de afirmar que, después de largos años de pacientes observaciones percibiendo sutiles y numerosos indicios, mensajes, gestos, movimientos y otros elementos disponibles a la aguda percepción de trabajos de prospectiva de largo alcance, nos hallamos en el umbral de unas transformaciones planetarias de consecuencias extraordinarias en esta Era de Acuario (que nació oficialmente el 4/2/1962 en la reunión de todos los planetas solares en dicha constelación bajo el presídium de Urano) o del Conocimiento Universal.
En nuestro caduco e insostenible planeta, plagado de enfermedades tanto de la materia como del intelecto y del espíritu, algunas especies consideradas “poco inteligentes” están preparando discretamente la metamorfosis y la evolución que les permita estar en condiciones óptimas para emigrar ectoplasmáticamente a planetas más serios y fiables cuando el “catacrack” final (versión ligera de cataclismo, debacle o hecatombe) se produzca. Estamos, pues, asistiendo a los inicios de una SILIFICACION generalizada. Algunas especies provistas de eco-sabiduría, han ido adelantándose a los acontecimientos venideros. Sin ir más lejos, las sencillas diatomeas que conocemos de nuestros experimentos de juventud (la famosa tierra de diatomeas) son organismos unicelulares fuertemente dotados de estructura silícea aunque están atados todavía a la dictadura del carbono.
Según se ha sabido, el Silicio ya participó activamente allá en los albores de la vida terrestre para encauzar el reinado del Carbono por medio del artificio denominado “quiralidad“. Todas las moléculas orgánicas se pueden encontrar en conformaciones izquierdosas o derechosas, pero aquellas relacionadas con el ejercicio vital utilizan de modo grupal sólo una tendencia.
Así, los aminoácidos que conforman los pilares estructurales de las proteínas son izquierdosos, mientras que los azúcares componentes de la estructura del ADN son derechosos. Pues bien, ciertas formas izquierdosas del SiO2 del caldo prebiótico actuaron como sustrato para preparar los tirabuzones y ricitos de las primeras moléculas vitales de carbono; se demostró pues, la “mano izquierda” de la que ha sabido hacer gala el Silicio en momentos cruciales del establecimiento del Universo.
Señoras y señores académicos, visto lo visto y, en aras de la supervivencia de la especie humana o similar y ante la llegada inevitable del gran “catacrack”, hemos de tomar iniciativas contundentes para participar también de los mencionados procesos de silificación. Para ello, una de las mejores medidas es intervenir en modificaciones progresivas de los esquemas de nutrición. Si tal como se dice se es de lo que se come, entonces la Dieta del Silicio es la solución de obligado cumplimiento para preparar la emigración intergaláctica futura.
El contenido total medio de Silicio en nuestros cuerpos es de unos 20 g., cantidad a todas luces mínima para los objetivos de la silificación. Se presenta típicamente en los mucopolisacáridos en forma de silanolatos que son derivados de éteres del ácido silícico. Se encuentra concentrada principalmente en la piel, huesos y tejido conectivo (aorta, tráquea, tendones, etc.). En la piel se concentra en la parte dura de la epidermis y en la cutícula del cabello. En la dentadura se encuentra en el esmalte.
Forma complejos entre proteínas y polisacáridos ácidos (glucosaminoglucanos); éstos forman parte del material gelatinoso que mantiene unidas las células. Su carencia está relacionada con un metabolismo distorsionado del tejido conectivo y de los huesos. Con la edad, el contenido de silicio va disminuyendo, lo cual es particularmente acusado en la aorta, la piel y el timo (no el de la estampita); la incorporación oral e intravenosa de dosis de Silicio reduce la incidencia y severidad de arterioesclerosis. Se considera en ciertos sectores de la nutrición como agente antienvejecimiento por su papel en la regeneración de tejidos.
La recomendación dietética en humanos está en 20-50 mg/día; la edad es un factor de absorción más ineficiente del silicio. Las fuentes más ricas en Silicio son los cereales no refinados con alta proporción de fibra (pueden llegar a contener 3-6% de sílice). Los alimentos de origen vegetal contienen mayores proporciones de silicio que los de origen animal. De hecho, el contenido en fibra mantiene una proporcionalidad con el contenido en Silicio. Así, se encuentra en “abundancia” en las cáscaras del trigo, avena y arroz, en la pulpa de la remolacha azucarera y en la caña de azúcar, en la alfalfa y en diversas hierbas (cola de caballo y ortiga). La cola de caballo, Equisetum arvensa, es una de las fuentes habituales de suplemento de Silicio en la dieta. El Silicio también se encuentra en la lechuga, aguacate, pepino, fresa, cebolla, diente de león y similares. La pectina de los frutos cítricos y el ácido algínico en las algas marinas contienen también pequeñas cantidades de silicio. El silicio también se encuentra frecuentemente en las aguas duras. En los procesos de manipulación alimentaria se pierde con facilidad.
A buen seguro, estas propuestas de enriquecimiento silícico de la dieta pueden dar mucho juego hacia una gastronomía creativa acerca de la cual propongo la exploración de posibilidades entre nutrólogos y cocineros de firma. Nótese que el silicio ya se encuentra en todas las mesas pero sólo en los contenedores, es decir, en vasos, botellas y platos.
La toxicidad en humanos es más bien reducida si se ingiere por vía oral, aunque ha habido un azote espoleado por la ambición industrial del Siglo XX conocido genéricamente como silicosis.
Los procesos silicóticos se producen por inhalación o ingestión durante largo tiempo y han tenido relación directa con el mundo de la construcción y la corrupción inmobiliaria. Existen pocos casos conocidos de cálculos renales de procedencia silícea.
Finalmente y, a modo de distensión, podemos ver algunos vocablos que merodean fonéticamente alrededor del Silicio en diversos formatos, biotipos y manifestaciones a nuestro alrededor, aunque semánticamente puede haber ciertas distancias. Así, tenemos, entre otros:
- las siliconas tan de moda hoy día, especialmente en relación al mundo del famoseo.
- los silicatos obreros que son organizaciones humanas que intentan proteger los derechos de los trabajadores pero con una movilidad muy cuestionable.
- el cilicio es un instrumento de tipo sacrificante muy en boga en la Edad Media (y hasta después).
- Sicilia es una transliteración de una zona muy rica en el elemento aunque allí abunda más el Plomo que el Silicio.
- Suplicio es una degeneración del nombre, que se aplica a una versión antigua de los malos tratos.
- Silencio es lo que transmite el Silicio
- Cecilio es el nombre de un señor muy simpático que vive en La Coruña.
Señoras y señores académicos, después de las espectaculares revelaciones que se han presentado en esta sesión plenaria sólo puedo aspirar a una de dos decisiones por parte de la presidencia y el corpus académico aquí presente: 1) llamar discretamente por teléfono a los servicios de salud mental para que acudan urgentemente a esta dirección, o 2) recibir el beneplácito y aceptación de tan Magna Asamblea por los aportes científicos presentados, cosa que secretamente este servidor espera obtener de su magnanimidad altamente acreditada.
He dicho.