Cafeïna. Fes clic per ampliar
HERALDICA Y SEUDÓNIMO
DISQUISICIONES SOBRE UN ESCUDO DE ARMAS
La cafeína existe. Por el principio de acción y reacción si hay “cafeína” habrá “descafeína”. El que hoy día no se conozca,… no quiere decir que no exista. Siglos atrás se “sabía” que en la Tabla Periódica faltaban “cosas”, y un día se descubrirían elementos que tenían “su sitio” en la tabla (las tierras raras, etc.), lo mismo pasó con el planeta Plutón, se sabía que tenía que estar, pero nadie lo encontraba. Si la cafeína es blanca, la descafeína será negra. O tal vez sea al revés. Lo blanco es la presencia de todos los colores, lo negro es la ausencia de color. ¿Dónde está la verdad?
Si hablamos de cafeína hemos de hablar de su “soporte”: el café. Como el café se “conoció” en el siglo IX, según la tradición árabe y en Oriente, no podemos dejar de mencionar a los Templarios, cuyo escudo era blanco/negro.
En la base está la tierra, la base de 1a cafeína, la planta del cafeto, con sus hojitas y sus “cerezas” que llevan la cafeína y, por qué no, la descafeína.
Encima de todo, y ya que hablamos de Edad Media, del Oriente, de los Templarios, hemos colocado el Atanor, donde todo se va a purificar gracias al fuego. “A tenor” de todo esto, debe ser una cafetera, donde la cafeína va a liberarse y nacer libre para poder buscar a la descafeína y unirse, tal vez, en un abrazo racémico.
Todo ello dentro de un “marco”, ya que un marco vale más que un “escudo”, incluso con la incorporación de la D.P.R.
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DISCURSO DE INGRESO. X SESSIÓ, 29 de juny de 1992
CAFEÍNA / DESCAFEÍNA
Historia de la Cafeína
El empezar diciendo que su descubridor fue el alemán Runge en 1820 y que, como era de esperar, en 1823 la descubrieron los franceses, Robiquet en 1823, y Pelletier en 1826 (no está probado que esto fuese el principio del desastre de Sedan), causaría la sonrisa a sus Señorías. Tampoco osaré cansarles repitiendo una y otra vez que la cafeína se desmetila produciendo dimetilxantina, e incluso monometilxantina, dejando en el aire la posterior formación de xantina y ácidos úricos como productos metabólicos finales. Todo esto es ampliamente conocido por sus Señorías.
Más interesante es hablar de la madre de la cafeína: el café. El café nace en Arabia y como era de esperar está ligado a las “Mil y una noches“. Se supone que Scherezade utilizaba generosamente el café para que el Sultán resistiese las historias que tenía que oír cada noche, además de no comerse ni un rosco (insinuamos la relación entre rosco y café).
Sin entrar en interpretaciones de la Biblia, en el Libro de Samuel (25, XVIII) se mencionan “cinco medidas de grano tostado” y alguien ha dicho que podría ser café… La parte más bonita son las leyendas árabes. Todo producto que se precie debe haber nacido de una leyenda. Por ejemplo la historia del Santón Gemaleddin que descubrió el café en una de sus peregrinaciones y que se curó una larga enfermedad y recomendó a sus derviches beberlo antes de las meditaciones. O aquella otra en la que se cuenta que Alá envió al Arcángel Gabriel a consolar a Mahoma con un “consuelo negro” como la piedra Kaaba, que fue el primer cafelito de la historia.
El primer texto histórico es la obra de Al Razi (865-923), médico de Bagdad, que describió la planta y el grano de café, de propiedades estimulantes y contra la melancolía. Posteriormente Avicena (9804037), otro médico autor de un “Canon médico“, describió la infusión de café como algo que “fortifica los miembros, limpia el cutis, seca los humores malignos y da un excelente olor a todo el cuerpo”. A pesar de todo esto el médico Avicena murió de una indigestión.
Nos preguntamos, ¿fue el café la base de la expansión del Islam por África del Norte, España, Turquía y Asia del Sur? ¿Podríamos pensar en que la cafeína que fortifica los miembros y es estimulante, fue el origen de la Guerra Santa? Curiosamente los primeros cafés, como sitio de degustación (era la gran distribución y consumo), se abrieron en la Meca a finales del siglo XIV y empezó el declive de la Media Luna (recordemos que pasó a llamarse croissant que siempre ha estado ligado con el café, los lazos del café y el Islam) en todo el mundo. Es decir, tacita a tacita el mundo árabe creció, pero cuando se llegó al gran consumo se produjo el ocaso. Una vez más hemos de recordar a Paralcelso: “La dosis hace el veneno…”!!
El café siguió su camino, de la Meca a Constantinopla y no a la ceca como piensan sus Señorías, donde, con Soliman el Magnífico, se imponen dos productos: el café y el tabaco, base de importantes multinacionales siglos más tarde. Y digamos algo que pocos han notado: estos productos tienen un fundamento filosófico, son el yin y el yang: el café pone nervioso y el tabaco tranquiliza.
Y de Oriente a Venecia. ¡Al fin Europa! Y cómo no, creó problemas religiosos y se dice que el Papa Clemente VIII (1535-1605) dijo que era una invención de Satanás (qué hombre de marketing hubiera sido, fue suficiente para el boom cafetil). Claro que, cuando llegó a probar este líquido demoníaco, decidió bautizarlo y convertirlo al catolicismo. Amén. Su primer nombre, adaptación del árabe, fue cahué (de ahí que a los primeros que usaron el café para hacer manejos amatorios se les llamase al-cahué). Y empezaron los grandes cafés: el Florián en la Plaza de San Marcos, el Quadri en la misma plaza, etc.
La guerra, por qué no, introdujo el café en el centro de Europa. Cuando los turcos levantaron el cerco de Viena en Septiembre de 1683 derrotados por las armas imperiales, abandonaron entre el botín 100.000 sacos de café, que comprados por el polaco Kolschitzky, que en sus ratos libres había hecho de espía (una especie de James Bond), estableció el primer café en Viena. Luego vinieron el café Sacher, el Die blaue Flasche, etc. y, finalmente, el café Mozart del Tercer Hombre (con música de cítara).
Sabemos que la cafeína del café puede llevar al nerviosismo y la irritabilidad, y esto tuvo una demostración clara en Francia. Se dice que la Revolución francesa nació en las discusiones de café (solamente que esta vez en lugar de quedar sólo en charlas, se pasó a los hechos). En el café de Procope se reunían Danton, Marat, Robespierre, etc. Algunos de ellos tan filósofos del café que llegaron a perder la cabeza. Curiosamente en la place de la Concorde, muy concurrida en aquellos tiempos, no se abrió ningún café, se conoce que las mujeres preferían la calceta a la infusión.
En España nos llegó en el siglo XVIII y como nadie sabía que tenía cafeína y otras zarandajas (palabra que viene del árabe y por tanto propia para el café) la gente se lo bebía tan ricamente. Se importa de las Américas y los primeros cafés se abren en Madrid y se consideran corno algo benemérito, y todo el mundo se pasa la vida en los cafés. No olvidemos que entonces no había calefacción y en los cafés a fuerza de calorcillo humano se resistía mejor. La lucha fue contra las tabernas, de las que en aquel siglo y sólo en Madrid, había más de seiscientas. Entre las calidades de la cafeína está la de soltar la lengua, y en todos los cafés se organizaban tertulias que era una manera de pasar la tarde sin dar golpe, pero como iban escritores, políticos, poetas y artistas, se oían cosas bonitas y bien ligadas, y como el precio de un café era barato, todos volvían a sus casas justificados y dispuestos a repetir al día siguiente.
En Barcelona el café llegó a través de Francia e Italia, inicialmente se habló mucho sobre la moralidad de los cafés. Había pocas tabernas en Barcelona, y al usarse los cafés como centro de reunión de gente ociosa, fueron mal vistos y criticados. Proliferaron enormemente durante la ocupación francesa en la Guerra de Independencia (de esa época viene el problema que tiene el que llega a Francia, que no sabe cómo se dice en francés “café y croissant“). Los primeros cafés, corno era de esperar, estuvieron en Las Ramblas: el Pla de les Comèdies, la calle Escudellers y el Pla de Palau. (El Café d’en Serrat, el Café Francés, el de las Cuatro Naciones, el de Useletti, el Lion d’Or, el del Comercio, el Café de las Siete Puertas, etc.).Así podríamos seguir por toda la geografía hispánica.
Finalmente se han producido dos hechos importantes:
– La evolución del Café a la Cafetería, que aunque parezca raro es palabra americana. Hemos pasado de pedir “un café con media” o “uno con leche largo” que servían con dos cafeteras, una con café y otra con leche y al mismo tiempo, a pedir un “bikini”, “un destornillador” o un” sándwich de jamón y queso”.
– La descafeinación (en algunos textos se lee descafeinización). Es decir el Waterloo de la cafeína. Todo ello a causa de la mejora de información del consumidor (antes parroquiano), que si la cafeína es mala para el corazón, que si te pone nervioso, que si…
Y de aquella bebida satánica hemos pasado al “aguachirlis light” (ligero, bajo en…, con reducido contenido en…, etc.). Una pena: la cafeína que subió con el café, barriendo a bebidas alcohólicas, desplazando, I’m sorry, al propio té (the, tea, etc.), se encuentra hoy en precario, desplazada de su madre, el café, fuera de su ambiente, los cafés, las tertulias, las sobremesas y reutilizada en bebidas modernas llegadas de lejanos países, con sabores indescriptibles, y que están modificando los hábitos ancestrales (que aunque el hábito no hace al monje en este caso nos hace polvo las costumbres y los estómagos).
Efectos de la Cafeína
La cafeína es conocida por sus efectos estimulantes en el sistema nervioso central que suelen traducirse por un aumento en la acción y la atención a lo que se hace. Maticemos un poco. Cuando se habla del “Sistema nervioso central” no nos referirnos a Madrid, no, es algo que llevarnos dentro de nosotros y que, como era de esperar, no está en el centro… ¡Ni esto está ya en el centro! Consumida en exceso puede llevar:
– Al insomnio, también hay otras causas para no dormir pero no son del tema. En ciertas personas el efecto producido es enorme, por ejemplo cuando por causas de la sequía se disparan los precios del café, muchos VIP dejan de dormir, incluso sin probar la infusión.
– Al nerviosismo e irritabilidad, de aquí la vieja costumbre, venida de América, de ofrecer a las visitas, nada más llegar, una taza de café. La visita se pone nerviosa, se irrita, pierde el oremus y se la puede llevar al huerto, para que repose bajo una higuera (símbolo de placidez), al tiempo que conseguirnos lo que queremos.
– A la ansiedad, quizás ligado, por el color, con Nat King Cole y su bolero. También cuando se bebe café con ansiedad se suele quemar uno la lengua.
– A problemas de ritmos cardíacos. Esto del ritmo, nunca se sabe, es como el juego de las 7 y 1/2, el pasarse es malo, pero anda que el perderlo…
En los últimos tiempos podernos decir que la alimentación tiene que ver mucho con el ritmo cardíaco: la salsa, el merengue, el jarabe, y por qué no el café, sobre todo ¡si llega a llover café!
La cafeína tiene mala prensa, y todo por los ensayos que los llamados sabios hacen con ratas, venga inyecciones de cafeína y la alimentación a base de bocata de cafeína. Y claro, con una vida así, como diría el Comandante Castro: “Vas a tener problemas, compañero“.
Forma de consumir la cafeína: Café
Primero, para tomar cafeína hay que tenerla, es decir, ha de partirse de un café-café. En este caso el café-café no es el que se utilizaba como expresión, allá por los años cuarenta, para una cosa que tenía algo de Coffea Arábica L., frente al “Bellota express” que solían dar en los cafés. Bref, la cafeína hay que tomarla con el café y nunca en pastillas, en inyectables o en bárbaras bebidas.
Parece interesante el decir cómo se llama al café en varios idiomas:
– En 1704 en una “tarifa de preus” ya se le llamaba café. El primer nombre turco parece que fue “kawah“. De Arabia vino el nombre “cahué“.
Coffee (Reino Unido), Kaffee (Alemania), Coffie (Holanda), Kahvi (Finlandia), Kafa (Croacia), Kava (Serbia), Kophe (URSS), Kafeo (Grecia), Kia-fey (Japón), Qahwah (Arabia).
Ahora ya podemos movernos por este mundo o lo que queda de él. ¿Cómo se hace el café? Desde Arquímedes el café se puede hacer de dos maneras: bien o mal. No entraremos en minucias sobre el tratamiento del grano (porque el café es un grano que se llama “cereza”), sus fermentaciones, secados, supresión de la película, etc. Sólo nos interesa:
– El café verde (como su nombre indica no es apto para el consumo).
– El café tostado (lógicamente si se ha tostado tiene el color característico, que aunque sea redundancia es el color café).
– El café molido (que es el anterior machacado, vamos, hecho polvo).
– El café torrefacto (que lleva azúcar incorporado y que, ante el asombro de los comunitarios, no sólo no es dulce sino que es amargo. Este café aunque su nombre pudiera hacerlo pensar no está “hecho en torre”).
– Café soluble (como su nombre indica, se disuelve, es un moderno invento que, gracias a muchos cacharros, se consigue eliminar todo lo que no se disuelve en el agua, de ahí lo del nombre de soluble. También se le llamó “extracto soluble de café”, que es lo mismo, pero más pedante).
El café que sea, con su cafeína, puede hacerse con:
Cafetera turca
Cafetera de filtro
Cafetera de inversión
Cafetera de vacío
Cafetera infusora
Cafetera exprés
Pero ¿cómo puede ser el café que tomamos?
– SOLO: Es decir, con o sin azúcar o edulcorantes, que también es otra historia. Bien de color, fuertecito, etc. Claro que tomarlo “solo” es un mal rollo. El café es para tomarlo en compañía o sociedad y, como ya se sabe, las compañías pueden ser buenas o malas.
– LARGO: También lo llaman americano, es una forma de beber agua con sabor a café. Muy propio para los que toman muchos cafés al día sin gustarles el café, y que no teman ahogarse.
– CORTO: Los italianos lo llaman “ristretto” (por cierto el plural es “ristretti“. De nada). Es una café espeso, fuerte y que quita el sueño a los que no pueden dormir. Si se hace con café muy molido que se deja en el fondo de la taza, se llama turco.
– CON LECHE: Esto es falso. Cuando se pide “café con leche” se quiere “leche con café”. Dicen los nutrólogos que esta mezcla es infernal. Pero llevamos tantos años haciéndolo que no nos pasa nada. Además, qué íbamos a desayunar si nos lo suprimen. También existe en sólido, en forma de pastillas que suelen venir de Logroño.
– CORTADO: Aunque a primera vista parece que es un café que se ha estropeado, no es así. Es un café con unas gotas de leche, con mentalidad de café con leche, es un quiero y no puedo. En algunas zonas de España lo llaman “un manchado“. Se toma en taza pequeña y al precio que está alcanzado la leche, es interesante.
Cuando el café se corta con ron, coñac (léase brandy para no crear problemas con los franceses) u otro alcohol se le llama “carajillo“. No insistiremos sobre la etimología de la palabra, pero no nos vemos capaces de explicarlo. ¿Qué ha hecho un honesto café para que por el hecho de añadirle un poco de brandy (¡Aquellos tiempos en que se quiso llamar “jeriñac“!) se convierta, con perdón, en un carajillo? En zonas del centro de España se llama “café con gotas“.
Y el no va más, como en la ruleta, es el “trifásico“, que como su nombre indica es un cortado con tres fases: café, leche, coñac o similar. Es el más difícil todavía corno en el circo. ¿Se pueden mezclar más sabores? Lo difícil es definir las proporciones de las fases. ¿De qué se pondrá más cantidad? Convendría recordar la necesidad de incluir este producto en la lista de aditivos llamada Miscellaneous de la CEE, para tener emulgentes/espesantes, que impidan la separación de las fases, pensando en una producción industrial del trifásico, sea líquido, sea liofilizado.
– VERANIEGOS: Variante estival del café mezclado con un elemento frío. Pueden ser cúbitos de hielo, cuantos más se pongan más se llena el vaso y quedamos mejor con los amigos. Otros prefieren añadir bolas de helado, que debe ser como los ordenadores: compatibles. Un café con helado de naranja puede ser explosivo, tampoco debe ser helado de café, ya que sería como aquello de “pan con pan comida de tontos”. También se podría añadir nata montada helada, o quién sabe qué fantasías.
Molècula de cafeïna